Las sillas de playa ordenadamente colocadas junto a las sombrillas multicolores, aún estaban vacías esperando que alguien las escogiera y los bañistas tempraneros especialmente niños con sus madres, retozaban en el agua, hombres y mujeres caminaban, unos solos, otros en pares o en tríos, permitiendo que el sol les diera ése ansiado tono bronceado. Un poco más allá, los vendedores se cruzaban rápido con una urgencia continua, de un extremo a otro por la orilla,ofreciendo un despliegue de sabores y olores distintos que empujaban a probarlos todos.
Pensó en cuánto le hubiese gustado a su padre estar allí, en las veces que planearon viajar juntos, pero él ya no estaba, ella entonces sería sus ojos, miraría todo con mucha atención para contárselo en silencio y decirle que finalmente había conocido a su hermano. Su cuerpo se hizo un poco más pequeño al inclinarse, mientras rozaba el agua con los dedos , sintió de nuevo a su lado la voz de Casilda, entremezclada con el ruido del agua rompiendo en blanca espuma .
Regresaron de espalda al sol, ahora jugó a dejar huellas sobre la arena, hundiendo fuertemente los talones y girándolos. Recordó su infancia frente al mar , así despreocupada intentó jugar como entonces con las olas y éstas subieron más allá del borde del pantalón mojándola, dejó las sandalias sobre la arena , se quitó el pantalón para quedar más cómoda y quedó cubierta sólo con la túnica que llegaba sobre sus rodillas. Miró hacia el mar, éste no era el mismo mar en donde había deslizado con su propia mano las cenizas de su padre, pero ahora le sintió más cerca y ya no tuvo nostalgia, sintió que lo encontraría en cada orilla de playa que tocara. Suspiró profundo.
Un vendedor de piñas voceó su mercadería, quiso probarlas y frente a ella con un machete,sobre la superficie del carrito, el hábil hombre dividió la piña en pequeños trozos que colocó en una bolsa translúcida, ambas pidieron palitos para comerla inmediatamente y continuaron caminando en medio del agua mientras los dulces trozos de fruta se deshacían entre los dientes y escurrían jugo por las manos y comisuras de la boca, ahora reían gozosas , como niñas que disfrutan con una inocente diablura.
Regresaron a casa, descalzas y llevando los zapatos en las manos, sintiendo el roce de las piedras calentadas por el sol bajo los pies. Volvió por un segundo la cabeza y miró hacia el mar. Agradecida se despidió en silencio.

2 comentarios:
La autora se ha destacado antes con algunos inmejorables poemas de amor, hecho
que resulta muy arduo en estos tiempos. Y hace poco en la SECh le dec{ia a un grupo de poetas que escribir ahora, en estos tiempos, un gran poema de amor, hay ser muy diestro y,por tanto muy capaz. Virginia lo es.
En relación a este cuento, podemos afirmar la enorme dedicación de la autora en nostrarnos una sorprendente pequeña obra.
Ya hay un domio cabal del lenguaje, no
enreda las palabras sino más bien las va ubicando donde deben ir, es to es, confirma una vez m{as que puede constituirse en una cuwentista de gran
valía.
Carlos Ordenes Pincheira
Miembro activo SECH
22 libros puplicados
el tal andreu no ha dicho nada,el tal andreu quiere apoderarse de la autoría de los comentarios? Andreu dijo: que has dicho, pedazo de jactancia, si no eres más que un monicaco...
Favor, saquen de aquí a este mamarracho de lo contrario nadie comentará...
C.O.P.
SECH
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