martes, 24 de julio de 2007

La caja de chocolates

En el enorme aeropuerto YY deambulaba arrastrando su maleta por los pasillos esperando que anunciaran la puerta de embarque de su vuelo para dirigirse hacia allá, se acercó a una de las tantas tiendas de regalos, parecía buscar con la mirada algo que pudiese ser del agrado de aquella que sabía le esperaba cruzando el continente , se quedó pensativo mirando los diversos objetos que se mostraban tras el vidrio , bajo las brillantes luces blancas.
Siguió caminando distraído y de pronto se percató que la sensación en su estómago era sólo hambre, buscó rápidamente un local, entró , se acercó a una mesa desocupada, dejó la maleta a un costado , miró en derredor y se sentó. YY sabía que su estatura le hacía ser percibido en casi cualquier lugar así es que esperó tranquilo a que se acercara alguien a atenderlo, así ocurrió, prestamente se acercó un joven con una libreta en mano.
-Buenas tardes señor- dijo el joven- ¿Que puedo ofrecerle?- Se mantuvo correcto y atento mientras sostenía en su mano la libreta para tomar el pedido.
-Una ensalada mixta y .....-dudó un momento mientra repasaba con la vista las ofertas colocadas en un apuntador en el centro de la mesa- un trozo de pastel de fresas con crema ácida- dijo finalmente y antes de que el muchacho se girara agregó- Oh¡... y un café expresso...
Mientras esperaba , observó a las personas que circulaban por aquí y allá, optó por buscar un libro en el bolsillo de su maleta y comenzó a leer , así alejado del mundo se sintió un poco más relajado y por unos momentos se concentró sólo en la lectura olvidando el lugar en el que estaba.
El pedido llegó rápido , apartó la lectura a un lado y buscó aderezos para la ensalada, se concentró entonces en la comida, agregó sal, vinagreta, pimienta, probó un poco, más aceite de oliva, un poco de pan untado en mantequilla y comenzó a comer, masticó rápido pero disfrutándolo, sabía reconocer los sabores de cada cosa, mientras lo hacía, sus inquietos ojos azules se movían de un lado a otro captando los cambios sutiles que se producían a su rededor. De la ensalada pasó al pastel de fresas, esta vez comenzó a comer más lento, en trozos más pequeños, aplastando la blanda masa entre la lengua y el paladar para apreciar mejor la textura y el sabor, sintió como se deshacía la masa , como el sabor ácido se mezclaba con su saliva haciendo cosquillas en su boca y cerró los ojos. Le agradaba sentir aquello, era uno de los pocos placeres que siempre se permitía entre tanto viaje, degustar y sentir las texturas, luego bebió el café, que tomó casi amargo , pero que contrastó agradablemente con el sabor del pastel. Pidió la cuenta. Guardó con cuidado otra vez el libro en el bolsillo del bolso y mientras esperaba el cambio, volvió a detenerse en sus ideas para pensar en el obsequio que podría comprar para XX . Se levantó y caminó de nuevo entre los pasillos. Faltaban pocas horas para regresar a aquel mundo que le hacía sentirse tan distinto.
Le fue fácil imaginar la alegría de ella al verle, por ello se sonrió. -"Quizás no sea necesario"- pensó- bastaba con que caminaran juntos, abrazados, en silencio, pero de pronto se detuvo, una pequeña caja dorada de chocolates con un bello paisaje le llamó la atención. "Creo que le gustaría"-se dijo- en ése momento escuchó por los altavoces la voz que llamaba con urgencia a su vuelo. No lo pensó, se dejó llevar por su instinto ,entró a la tienda y tomó la caja , se acercó a pagar, recibió la bolsa con el regalo, la puso en el interior de su bolso de mano y se perdió apresuradamente entre los iluminados pasillos buscando la puerta que le correspondía.
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El portero del hotel se acercó a abrir la puerta del taxi y le ayudó con las maletas, entregó sus datos en recepción y subió a su cuarto. se tendió unos minutos en la cama con los ojos cerrados, una especial sensación de control de su vida le embargaba cuando estaba así, sin proponersélo apareció ella nuevamente en su memoria, a veces no tenía rostro, sólo ojos, en otras las imágenes se transformaban en hormigueos en la piel, casi como en un juego con sus recuerdos sacó su libreta, la cajetilla de cigarrillos y mientras dudaba entre fumar o no, tomó el teléfono, marcó un número local.
Al otro lado de la línea contestó una voz femenina-Aló- Se quedó en silencio un instante deleitándose con el factor sorpresa-Aló?- preguntaron de nuevo. Entonces respondió-Hola !.... llegué....- El grito de alegría que se sintió al otro extremo de la línea le hizo sonreír, al parecer no se necesitaba mucho para hacer que estuviera contenta- ¿A qué hora puedo pasar a recogerte ?- preguntó-Treinta minutos más está bien?...- Está bien- le respondieron- te espero en media hora.
Okey, nos vemos ....- dijo - Colgó y se dió una ducha rápida, afeitó su cara con cuidado para que quedara suave, comprobó el efecto con la palma de la mano-, sabía que la piel de XX era muy delicada- se aplicó loción en el rostro y mirando el reloj se apresuró a vestir, estaba a menos de cinco minutos caminando , pero sentía una mezcla de ansiedad y deseo de saber que ocurriría esta vez, terminó de acomodarse los zapatos . Al salir tomó la bolsa que contenía la caja, bajó por las escaleras y caminó un par de cuadras hasta encontrarse frente al edificio gris. El portón eléctrico se abrió desde el interior, el guardia le saludó al pasar, subió , tocó el timbre y esperó. La puerta del apartamento se abrió , tras la mampara la figura que apareció le invitó a pasar con un ademán gentil, se cerró la puerta detrás de él y ella cogiéndole de la mano lo guió hasta el asiento, como una lazarillo. El contraste entre ambos era notorio, ella; pequeña, morena, él; rubio, alto sin embargo las diferencias desaparecían en ellos al encontrarse. Como una niña se sentó en sus rodillas y lo besó en los ojos , cuello , en la boca mientras reía y hablaba suavemente, se apartó un poco para mirarlo con más detenimiento y de pronto vió la bolsa al lado de él, entonces YY se la entregó ceremoniosamente. La observó entrar las manos en la bolsa amarilla, sacar la caja dorada, abrirla y sonreír complacida, luego escogió con cuidado un chocolate de entre todos y partiéndolo por la mitad lo compartió entregándole un pedazo en la boca. Riendo aceptó el trozo y en su interior se alegró de su elección.
Unos días después el recorrido se sucede en forma inversa, nuevamente la antesala del aeropuerto , los altavoces, el comer en solitario, la lectura distractora, el trabajo continuo, y de su paso por aquel lugar sólo quedan sus propios recuerdos inconfesables en el otro lado del mundo.
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En su dormitorio, XX se desviste lento, va dejando caer una a una sus prendas en el suelo, un pequeño montón de ropas olorosas a mujer crece a un costado, como cada noche desde la partida de YY escucha sin escuchar las noticias en el televisor. Las antiguas lámparas a ambos lados de la cama iluminan tenue el cuarto, sobre el velador el teléfono y bajo él varios libros. En su mundo la fantasía le presta vestidos a sus sueños, sonriendo deja que sus pies descalzos le guíen al estante cercano a la pared, escondida y casi totalmente oculta en medio de los libros, la hermosa caja dorada guarda aún parte de su tesoro, la abre y con cuidado escoge a su achocolatado cómplice, quedan aún algunos rezagados, envueltos en brillantes papeles. Vuelve a dejarla en su escondite. Cierra los ojos mientras saborea su interior cremoso, por un momento se olvida de todo y se concentra en el sabor dulce de su boca. Así prolonga también en su memoria el recuerdo de la figura alta. Ya en su lecho se acomoda en medio de las sábanas y sueña , sueña con sabores encerrados para ella en el interior de una nueva caja dorada iluminada por blancas luces tras un vidrio, mientras espera soñando, sin ella saberlo, su cabello oscuro se va quedando blanco.

martes, 17 de julio de 2007

Sobre el mar....(Recife)

Frente a la playa miró hacia el horizonte y respiró profundo, dejó que el aroma tibio penetrara por sus pulmones mezclándose con la sensación de nostalgia que la invadía. El mar tenía otro color, otra fuerza, no el azul oscuro del Pacífico, no las fieras olas, ahora era un verde suave que lamió sus pies cuando decidió descalzarse. Caminaba lento por la orilla, Casilda tiernamente se había ofrecido a acompañarla y conversaban ambas permitiendo que el agua mojara los talones y subiera incluso un poco más arriba,mientras en precario equilibrio y luchando contra un viento fresco , permanecía una con la sombrilla abierta para cubrirse del sol que a ésa hora de la mañana ya estaba fuerte y la otra cubriéndose el rostro con la mano a modo de visera.
Las sillas de playa ordenadamente colocadas junto a las sombrillas multicolores, aún estaban vacías esperando que alguien las escogiera y los bañistas tempraneros especialmente niños con sus madres, retozaban en el agua, hombres y mujeres caminaban, unos solos, otros en pares o en tríos, permitiendo que el sol les diera ése ansiado tono bronceado. Un poco más allá, los vendedores se cruzaban rápido con una urgencia continua, de un extremo a otro por la orilla,ofreciendo un despliegue de sabores y olores distintos que empujaban a probarlos todos.
Pensó en cuánto le hubiese gustado a su padre estar allí, en las veces que planearon viajar juntos, pero él ya no estaba, ella entonces sería sus ojos, miraría todo con mucha atención para contárselo en silencio y decirle que finalmente había conocido a su hermano. Su cuerpo se hizo un poco más pequeño al inclinarse, mientras rozaba el agua con los dedos , sintió de nuevo a su lado la voz de Casilda, entremezclada con el ruido del agua rompiendo en blanca espuma .
Regresaron de espalda al sol, ahora jugó a dejar huellas sobre la arena, hundiendo fuertemente los talones y girándolos. Recordó su infancia frente al mar , así despreocupada intentó jugar como entonces con las olas y éstas subieron más allá del borde del pantalón mojándola, dejó las sandalias sobre la arena , se quitó el pantalón para quedar más cómoda y quedó cubierta sólo con la túnica que llegaba sobre sus rodillas. Miró hacia el mar, éste no era el mismo mar en donde había deslizado con su propia mano las cenizas de su padre, pero ahora le sintió más cerca y ya no tuvo nostalgia, sintió que lo encontraría en cada orilla de playa que tocara. Suspiró profundo.
Un vendedor de piñas voceó su mercadería, quiso probarlas y frente a ella con un machete,sobre la superficie del carrito, el hábil hombre dividió la piña en pequeños trozos que colocó en una bolsa translúcida, ambas pidieron palitos para comerla inmediatamente y continuaron caminando en medio del agua mientras los dulces trozos de fruta se deshacían entre los dientes y escurrían jugo por las manos y comisuras de la boca, ahora reían gozosas , como niñas que disfrutan con una inocente diablura.
Regresaron a casa, descalzas y llevando los zapatos en las manos, sintiendo el roce de las piedras calentadas por el sol bajo los pies. Volvió por un segundo la cabeza y miró hacia el mar. Agradecida se despidió en silencio.

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